Cine y Pintura

El encuentro entre el cine y la pintura ha sido una problemática que mantuvo su vigencia a lo largo de los años. En su breve historia, el cine intentó asimilar la pintura de diversas maneras haciendo uso de su evolución técnica y lingüística. Pero la imagen pictórica configuró siempre un mundo muy diferente, estático y enigmático. El cine, obligado al desarrollo de sus imágenes por su devenir temporal, se basó en un diálogo íntimo entre la imagen y su fuera de campo, su encuadre móvil, su espacio sonoro. Distintas materialidades, distintas operaciones y funciones simbólicas: distintas maneras de pensar el mundo. ¿Es posible reconciliar el movimiento y la quietud? Entramos así en un campo de tensión estética, complejo y ambiguo, vulgar y obsceno, donde la recurrencia de la cuestión pictórica sugiere la capacidad inagotable del cine para generar nuevas preguntas y nuevos desafíos en la historia de la imagen. Cada mirada implica un observador y cada observador supone un modo diferente de acercamiento a la pintura. Cada época, con sus propósitos y sus recursos, concibió una forma particular de aquella mirada interdisciplinaria. Esta conjunción ha sido — y sigue siendo — el proyecto obstinado de muchísimos cineastas que se han aproximado a la pintura desde el documental, el biopic, el encuentro experimental y la ficción, continuamente renovando (con sus aciertos y sus fracasos) la reflexión de un posible vínculo dentro del pensamiento de lo visible y su relación con lo real. Se dice que aquel encuentro estético hace que el film obligue a la pintura a revelar algunas de sus virtualidades secretas. Nos proponemos aquí analizar el movimiento contrario mediante el visionado de películas de Victor Érice, Henri-Georges Clouzot, Maurice Pialat, Julian Schnabel, Vicente Minelli, Jacques Rivette, Peter Watkins, Lars von Trier y otros: ¿Qué nos dicen éstos distintos abordajes pictóricos acerca del cine? ¿Qué nos dicen de sus autores? ¿Y qué nos dicen de sus propias épocas?